31 de enero de 2012

01. The last time.

Liverpool. 13 Abril 1962.

Nunca había subido a un avión, y si hubiese tenido que subir por este suceso, la verdad es que preferiría no haber subido por el resto de mi vida.

Yo, una chica de 18 años me encontraba montada en un avión camino a Hamburgo, tal vez pudiese ser el sueño de alguna persona, pero si os dijese el motivo por el cual me encuentro embarcada en ese avión no sonaría tan bien.

Mi pobre madre se encontraba a mi lado ocultando sus sollozos y lamentándose del suceso ocurrido. Yo me limpiaba las lágrimas cada vez se me volvían a los ojos y mi mente se preguntaba aún el por qué.

El señor Epstein se encontraba sentado delante de nosotras, ya nos había informado de el tiempo que tardaríamos en llegar a Hamburgo y en organizar y regresar a Liverpool.

El sueño me fue invadiendo poco a poco hasta llegar a consumirme en él haciendo que el viaje en avión se pasará más rápido de lo que esperaba.

- Charlotte – Susurró alguien.

Los ojos se me fueron abriendo poco a poco hasta que encontré a una señora de mediana edad acariciándome el brazo.

Madre: Ya hemos llegado – Dijo con voz ronca.

Este había sido una de las pocas veces que la había visto hablar en estos tres días pasados.

Acompañadas del Señor Epstein nos dirigimos hacía un taxi, algún que otro periodista intentó el hablar o hacer alguna pregunta, pero todo se quedó en el intento ya que Brian Epstein nos los alejó.

Conseguimos subir al taxi, cabizbajos, no sabría como explicar ese sentimiento de hundimiento y soledad que tiene una persona encima cuando pierdes a alguien demasiado importante para ti.
Sr. Epstein: Me imagino que los chicos estarán allí con Astrid – Nos explicó de camino en el taxi.

Asentí debidamente, pero sin saber si alguien se había percatado de mi gesto. Miraba por la ventana, veía a personas pasar, casas completamente diferentes a las de Inglaterra pero no me fijaba en nada de eso.
El taxi se paró y bajamos de él después de que el Señor Epstein pagase al conductor.

Tenía ante mi el hospital donde se encontraba mi hermano, puede que al fin obtuviese una respuesta convincente de lo que le haya pasado, ya que aunque me lo hayan explicado cientos de veces no puedo entender el por qué.

Mi madre y yo seguimos a Brian hasta dentro del hospital, las gafas oscuras de mi madre le tapaban esas ojeras que tanto se hacían de notar.
Seguía el movimiento de los pies de Brian, que acababan de subir a un ascensor, contados llegamos al piso quinto y salimos dirigiéndonos hacía una pequeña sala, la cual no estaba vacía.

Astrid: Millie… - Susurró agarrándose fuertemente a mi madre.

Alcé la vista y pude contemplar a cuatro chicos sentados en unas sillas, tres de ellos mirando a la nada y otro cabizbajo, pero no únicamente estaban esos cuatro chicos allí, también se encontraba otro retirado de los demás fijando su vista en una puerta.

Klaus Voormann un buen amigo de Astrid y de Stuart se levantó acercándose a mí y haciendo un gesto de cariño pasando su mano por mi pelo.

Klaus: No sé como expresar mi dolor. – Susurró con gesto de tristeza.

Asentí como gesto de comprensión y me acerqué a Astrid que en estos momentos estaba completamente desolada.
Al igual que Klaus no sabía como expresar mi dolor, no sabía que hacer ni que decir en estos momentos, aún mi cabeza no podía entender lo que acababa de ocurrir.
Por eso la abracé fuertemente y el tiempo fue pasando para las dos allí abrazadas.

Mientras tanto los demás estaban sentados sin decir nada, simplemente esperaban como todos allí en aquella sala.

Sr. Epstein: ¿Cuándo van a venir? – Preguntó a uno de los chicos de su lado.

Personalmente pocas veces les había visto a esos tres chicos que se encontraban al lado de Brian, y siempre estaban con mi hermano, pero sabía perfectamente quienes eran.

George: No lo sé. – Dijo secamente.

Iban vestidos igual que todas las veces que les había visto, pantalones negros y chaqueta negra de cuero.

Pete: Creo que dijeron a las doce – Susurró el bateria.

John: A la una.

Todos alzamos la mirada y dirigimos nuestros ojos hacía él, había sido la primera vez que habló desde que entramos en la sala.

Sr. Epstein: Eso quiere decir que debe de estar a punto de llegar – Matizó.

Klaus: Lleva así desde que llegó – Susurró entre sollozos – Está destrozado, se encontraba muy unido a Stu. – Explicó – Solamente ha querido hablar con Astrid, no nos ha dirigido la palabra a ninguno más.

Unos golpes en la puerta interrumpieron la conversación y dejaron paso a tres especialistas con bata blanca, pasaron dentro con una camilla, y ahí fue donde por última vez pude ver a mi hermano.

29 de enero de 2012

Introducción.


Liverpool. 10 Abril 1962


Las pequeñas gotas frías de lluvia caían desde el cielo mojando las calles de Aigburth, corría de camino a casa ya que a parte de que estuviese lloviendo, había salido tarde de la universidad y estarían esperándome para cenar.

Llegué y mientras sacaba las llaves de casa pude ver un coche aparcado justo enfrente de nuestra casa, me pareció raro ya que no era normal que aparcaran coches desconocidos enfrente de casas ajenas.

Abrí y entré corriendo en casa intentando no mojar demasiado el suelo con las gotas de lluvia.

Tu: ¡Mama! – Chillé esperando una respuesta - ¡Ya he llegado!

Al parecer no me habían debido escuchar ya que no recibí respuesta alguna.

Tu: ¡Madre, ya estoy en casa! – Repetí colgando el abrigo en la percha.

Pero en vez de recibir una respuesta, pude escuchar sollozos y llantos que provenían del salón. Con preocupación caminé hacía allí evitando hacer el mínimo ruido.
Asomé la cabeza, pero antes de entrar si quiera pude ver la figura de un hombre agachado intentando consolar a mi madre.

Tu: Madre… - Murmuré - ¿Qué ha ocurrido?

Mi madre se levantó del sillón en el cual estaba sentada y se abalanzó sobre mi sollozando. En cambio en hombre que estaba agachado se levantó dejando ver su rostro descubierto.
No lo había visto muchas veces, pero las pocas veces que lo había visto me lo habían presentado como Brian Epstein.

El rostro que me dejaba ver por estos momentos el Señor Epstein, me llenaba de inquietud y nerviosidad, al no saber lo que estaba sucediendo en estos momentos. Así que con gran valor y con temor me atreví a hacer una de las preguntas más dificultosas de toda mi vida.

Tu: ¿Qué ocurre? – Dije con un hilo de voz.

Al ver que mi madre seguía llorando desconsoladamente y que no recibía respuesta miré a los ojos al Señor Epstein.

Sr. Epstein: Tu hermano… - Susurró – Ha fallecido.

Los llantos de mi madre volvieron a estallar con más fuerza y lentamente mis ojos se llenaron de lágrimas al no entender ni comprender nada de lo que estaba pasando. 

Tu: Mi… hermano. – Murmuré – Stuart…

Me separé lentamente de mi madre, por mi cabeza rondaban cientos y cientos de preguntas, preguntas que ahora mismo no estaban obteniendo ni una simple respuesta.

Tu: ¿Cómo? – Pregunté amargamente.

Mi madre me miró y ocultando un sollozo se limpió las lágrimas y me cogió las manos.

Madre: Stuart… - Empezó a decir controlando su llanto- Tu hermano llevaba un tiempo que no estaba bien… - Pero al final no pudo continuar y se dejó caer en el sillón.

Sr. Epstein: Al parecer su hermano tenía un grave problema, sufría dolores de cabeza, algunos incluso le provocaban ceguera temporal – Me explicó lentamente – Habían ido a que lo examinaran médicos y le realizaron pruebas, pero no supieron diagnosticarle lo que le sucedía. Por eso regresó a Inglaterra.

Tu: No… - Murmuré – Regresó a Inglaterra para seguir cursando sus estudios de arte.

Madre: No… - Susurró – Regresó para ser internado en un hospital.

Las lágrimas ya no me dejaban ver ni pensar con claridad, ahora me di cuenta como parte de mi vida había acabado siendo una gran mentira.

Sr. Epstein: Al decirle en ese hospital que no era nada grave – Siguió explicándome – Regresó a Hamburgo pero las cosas fueron a peor… - Se pasó las manos por la cara evitando que viera sus lágrimas – Y hoy, se derrumbó. La señorita Kirchherr avisó lo antes posible a una ambulancia, pero de camino al hospital…

Las lágrimas se iban derramando poco a poco desde mis ojos, caían lentamente por mis mejillas hasta llegar al suelo donde chocaban y lo mojaban.
No quería seguir escuchando más, no quería que nada de esto fuese verdad. Mi hermano, mi hermano de 21 años, no le podía haber pasado nada de esto a él.
Simplemente, ¿Por qué a él?.

Sr. Epstein: Yo… - Dijo sacándome de mis pensamientos – Será mejor, que les dejé a solas. – Se acercó a mi madre – Señora Sutcliffe, cualquier cosa que se le ofrezca avíseme.

Pasó por mi lado haciéndome la misma sugerencia, y mis pies caminaron solos acompañándole hacía la puerta de entrada.