26 de noviembre de 2012

47. What goes on.


REMINDER: En capítulos anteriores hemos podido ver como Charlotte, decidió regresar de nuevo a Londres con su hijo llamado John, después de haber pasado una temporada alejada en Hamburgo junto a Astrid. El regreso ha sido inesperado para todos incluyendo para John, que al abrir la puerta pudo ver a la madre de su hijo. Aquella noche volvió a resurgir el amor perdido que ambos tenían en su interior y dejaron aflorar sus sentimientos. Pero ¿que ocurrirá ahora?

London; Primavera, Abril 1967.

Aquella mañana desperté con los rayos de  sol que comenzaron a entrar por la ventana y una suave brisa fresca.

John: ¡Buenos días! – Exclamó alguien. – Pensé que nunca ibas a despertar.

Entreabrí los ojos un poco más y pude ver una reluciente sonrisa enfrente de mi y un pelo castaño despeinado, que se encontraba en plena cocina con una camisa blanca medio abrochada.

John: He preparado café. – Dijo ofreciéndome una taza. – Veo que mi camisa te queda especialmente bien, diría que incluso mejor que a mi.

Tu: No recordaba los ánimos que tenías por las mañanas. – Dije frotándome los ojos.

John: Ni yo lo que te costaba desperezarte. – Rió - ¿Nos sentamos?

Asentí y me senté en la mesa enfrente de él, relucía a la luz del sol. Mientras sonreía exageradamente y sostenía su taza entre las manos.

John: Supongo que no hablaste con los demás antes de venir. – Supuso dando un sorbo.

Tu: No. – Negué – John habrá pasado la noche en casa de Heidi. – Me quedé pensativa – Se preguntará donde estoy.

Chasqué la lengua y me bebí rápidamente el café, para subir a vestirme y marchar a buscar a John.

John: ¡Hey! – Exclamó – Espera, Heidi supondrá que te quedaste aquí a dormir. Propongo que nos cambiemos y te llevo a buscar a John. ¡Tengo ganas de ver al pequeño!

Acepté la propuesta que me acababa de hacer, a parte quería pasarme por los estudios para hablar con Brian y los chicos.
Debía una larga explicación a Brian sobre estos anteriores meses y me encantaría volver a trabajar junto a él y los chicos, como en los viejos tiempos. Otra cosa es que eso fuese posible.

Subí al coche donde John estaba a mi derecha con el volante entre las manos. Tarareaba una canción que nunca había escuchado.

John: I read the news today, oh boy – Murmuraba – About a lucky man who made the grade.

Tu: ¿Nueva canción? – Pregunté interesada.

John: Lo ha adivinado señorita. – Asintió mientras observaba atentamente la carretera – A day in the life, se titula.

Tu: Seguro que agradará. – Asentí observando por la ventana.

John: A algunos. – Afirmó – No podemos agradar a todo el mundo. ¡Si no esto sería una revolución!

Notaba el nerviosismo de John cada minuto que iba pasando y nos íbamos aproximando a la casa de Heidi y Mick.

Aparcó el coche enfrente de su casa, al ser un barrio alejado de la masificación de la ciudad, no había casi nadie por la calle. Era tranquilo y calmado donde Mick y Hei podían hacer su vida plácida y tranquila.

Llamamos al timbre y tardaron poco en abrirnos la puerta, al caminar por el jardín me di cuenta de como habían crecido aquella flores que plató al venirse a vivir aquí.

Heidi: Buenos días. – Dijo con John en los brazos – Parece que esta mañana ha venido el sol con vosotros.

Tu: Lo siento de verdad. – Me lamenté con las manos juntas – No tenía planeado regresar por la mañana.

Heidi: No te preocupes mujer. – Rió – Supuse que sería lo adecuado quedarte allí a dormir, Mick estuvo encantado cuando le conté que John se quedaría esta noche con nosotros. – Sonrió – Hola John.

John: Buena mañana Heidi. – Sonrió.

John observó al pequeño que estaba entre los brazos de Heidi, una sonrisa se le apareció en el rostro cuando el pequeño rió y movió los brazos para que su padre le cogiese.

John: ¿Puedo? – Preguntó antes de cogerlo.

Tu: Por supuesto. – Sonreí – Es tu hijo.

Ambos estaban encantados, uno por tenerlo por fin entre sus brazos y el pequeño por rencontrarse con aquella persona que era su padre.
Al entrar Heidi nos ofreció tomar unas pastas y charlamos entretenidamente en el salón.

Heidi: Realmente estoy encantada de tu regreso. – Sonrió – Y supongo que no seré la única.

John: Supones bien. – Asintió a la vez que hacía cosquillas a su pequeño.

Heidi: Me fijé ayer – Explicó – tiene los mismos ojos que John.

John: Lástima que no adquiriese los suyos. – Me observó – Al menos sacó algo bueno mío.

Tu: Son muy hermosos. – Sonreí.

Hubo un silencio donde John sonrió y continuó haciéndole caras al pequeño que no dejaba de reír y aplaudir con sus pequeñas manos.

Heidi: ¿Qué harás ahora? – Preguntó interesada.

Tu: Me gustaría ir a los estudios. – Cogí una pasta. – Supongo que hoy tendrán ensayo.

John: ¡A las doce! – Exclamó.

Heidi: Yo me pasaré más tarde. – Comentó – Antes tengo que ir a hacer unos recados.

John: ¿Qué recados? – Preguntó arqueando las cejas y sonriendo.

Tu: No seas cotilla. – Me quejé.

John marchó unos minutos al aseo, tiempo donde Heidi se sentó a mi lado y sosteniendo al pequeño John, me hizo aquellas preguntas que deseaba saber la respuesta.

Heidi: ¿Qué ocurrió anoche? – Preguntó rápidamente - ¿Habéis aclarado las cosas? ¿Volvéis a estar juntos otra vez? ¿Por qué no respondes?

Tu: Porque no me dejas tiempo. – Me quejé – No sé, no tengo ni idea de nada. Aún creo que estoy en una nube. Anoche llegué y se encontraban George y Ringo, pero se marcharon y me quedé a solas con John.

Heidi: ¿Y que ocurrió? – Preguntó.

Tu: Bueno, pues... – Susurré - Verás...

Heidi: ¡¿Qué?! – Exclamó, asustando al pobre John. - ¡Oh! Creo que me lo puedo imaginar.

Cogí en brazos a John, que aún seguía asustado por el grito que había exclamado Heidi, pero se calmó cuando le di aquel peluche que Paul le regaló, en su viaje a Hamburgo.

Heidi: ¿Entonces eso significa que todo sigue como antes? – Preguntó.

Tu: No lo sé Hei. – Le conté – No sé lo que eso significa.

John: ¿Lo que significa qué? – Entró preguntando al salón.

Heidi: Nada. – Negó sonriente – Estábamos hablando de las nuevas canciones del grupo.

John: Claro. – Asintió sin estar completamente convencido - ¿Nos marchamos Charlie?

Cogimos todas las cosas de John, que Heidi se había traído la noche anterior a su casa. Fue en camino corto, el cual me pasé en la parte de atrás sosteniendo al pequeño John, que no paraba de jugar con los cordones de sus zapatos.

John: ¿Quieres ir entrando? – Me preguntó – Ahora saco el carro y entro yo con John.

Tu: ¿Tú crees? – Me aseguré.

John: Si tranquila. – Asintió cogiendo a John en brazos.

Al parecer el pequeño estaba encantado de pasar tiempo junto a su padre, al cuál había reconocido como tal, rápidamente.

Tras suspirar y coger aire me dirigí hacía la entrada. Mismos coches, mismas puertas, misma secretaria que me saludo sonriente, asombrada y perpleja de verme allí.

 ¡Señorita Sutcliffe! – Exclamó – Que agradable sorpresa verla por aquí.

Tu: Lo mismo digo. – Sonreí – Una pregunta, ¿Sabe si se encuentran en el estudio de grabación los chicos?

- Por supuesto. – Asintió – Junto a al señor Martin, y creo que también vino el señor Epstein.

Tu: Muchas gracias. – Sonreí.

Me dirigí encaminada hacía las escaleras y con el corazón latiendo rápidamente subí escalón por escalón, aunque la sonrisa de mis labios no era quitada.

Toqué unos pequeños golpes en la puerta de la cabina de grabación y giré el pomo para asomarme.

G. Martin: ¡¿Pero donde se encuentra John?! . – Exclamó enfurecido.

Tu: ¿Se puede? – Dije con un hilo de voz.

G. Martin: La verdad es que no es un buen momento. – Dijo sin girarse – Tenemos muchos que hacer así que… ¡Charlotte!

Tu: Hola señor Martin – Dije sonriente.

G. Martin: Que, que sorpresa. Vaya, no esperaba verte por aquí. – Se acercó al micrófono - ¡Chicos! Paren un momento. – Volvió a mirarme - ¿Qué te trae por aquí? ¡Vaya, que sorpresa!

Tu: Si. – Asentí feliz, pero a la vez nerviosa – Una gran sorpresa.

George: ¡¿Qué ocurre ahora George?! – Preguntó el guitarrista - ¡Estúpido! No nos tengas aquí esperando.

Paul: ¿Dónde se encontrará John? – Escuché como preguntaba - ¿Le habrá ocurrido algo? ¿Vosotros sabéis algo?

En ese momento la puerta de la cabina se volvió a abrir dejándome ver a un Brian Epstein, que abrió los ojos de par en par cuando se dio cuenta de mi presencia allí.

Narra George

Otra día más donde John volvía a llegar tarde a los estudios, me encontraba esperando de pie con la guitarra colgada de mi.

Al parecer Paul aún no sabía nada de la visita que anoche recibió John, pero seguramente el motivo de regreso de Charlotte, sería por el viaje que Paul hizo a Hamburgo hace menos de un mes.

Ringo: Simplemente se habrá retrasado otra vez. – Explicó golpeando los platillos.

Yo: Seguramente. - Asentí – Debe ser eso.

Me guardé para mí mismo mis pensamientos, los cuales eran que llegaba tarde debido a la visita inesperada de anoche.

La puerta del estudio se abrió de par en par, y cual fue mi sorpresa que no llegaba solo si no acompañado, demasiado bien acompañado.

John: ¡Ya he llegado! – Exclamó detrás de ¿Un carro?

Paul: ¡John! – Gritó dejando lentamente su bajo a un lado - ¿Qué haces con un carrito de bebé? ¿Es…?

John: Compruébalo tú mismo Paulie. – Acarició a aquel bebé que se encontraba dentro del carro.

Miré con asombro a Ringo que se levantó del taburete y se acercó junto a mi hacía John.

Paul: ¿Eso significa que ha regresado Charlotte? – Preguntó atónito.

Yo: ¿Tú que crees Paul? – Pregunté sonriente.

Paul: ¿Dónde está? – Alzó la cabeza para observar detrás de John.

Yo: ¿Se queda al final? – Pregunté esperando saber la respuesta.

Ringo: ¡Que ilusión! – Exclamó – Dudaba entre si se quedaría o no. Ayer cuando llegó a tú casa la vi tan dudosa y sin John, que no tenía ni idea.

Paul: ¿Ayer? – Preguntó extrañado - ¿Cómo que ayer en su casa?

El pobre Paul no tenía ni idea de lo ocurrido ayer, y tenía un mal presentimiento de que el regreso de Charlotte le volvería a afectar en sus sentimientos.

John: Anoche regresó a Londres – Comenzó a explicar con su hijo en brazos – vino a casa, y estuvimos conversando.

Tan pronto como pudo Ringo le quitó al bebé de los brazos de John, y el pequeño encontró una manera de divertirse, graciosamente con su nariz.

Ringo: ¡Hey! – Exclamó mientras su nariz estaba apresada por las manos del pequeño.

Yo: Ya le caes mal y no le has hecho nada. – Reí al ver como el joven John cogía la nariz de Ringo.

Ringo: Eso son los genes paternos. – Murmuró.

John: ¿Qué has dicho? – Preguntó chillando – Te he oído.

Ringo: Nada, John nada. – Negó con la cabeza.

John siguió charlando con Paul, el cuál parecía muy interesado en que le contase todos los detalles ocurridos anoche. 
Cuando de repente otra vez la puerta se abrió.

Narración Normal.

Tras la larga conversación con Brian acerca de mi antiguo puesto de trabajo, finalmente decidió darme unos días de prueba para ver si mi facultades, según él, seguían estando dentro de mi.

B. Epstein: Sinceramente creo que tu regreso es lo mejor que nos podía suceder. – Se sinceró – Así que bienvenida. – Abrió la puerta y entró al estudio – Bueno creo que ya es hora de que conozca a ese bebé.

Las cuatro personas que estaban allí se giraron para observar quién entraba por la puerta y diversas sonrisas se proclamaron en sus caras.
Observé de uno en uno, las pequeñas diferencias que se veían marcadas en su persona, después de estos meses.

Pero algunos no tardaron ni un instante en darme la bienvenida.

Ringo: ¡No sabes lo que te extrañé! – Gritó aplastándome contra sus hombros.

George: La vas a ahogar. – Dijo apartándole de mi – Se da un pequeño abrazo, para que no vuelva a huir, por temor a que la ahogues.

Tu: No volveré a huir. – Reí.

George: ¿Cómo te encuentras? – Preguntó. – Has adelgazado, signo de que en Hamburgo no se come tan bien como aquí.

Tu: Tú siempre pensando en comer. – Sonreí.

George: Exacto. – Asintió – La pequeña Sutcliffe vuelve al nido. Me alegro.

Observé como Brian se acercaba a Ringo, el cuál tenía al pequeño John en brazos, por otro lado yo me aproximé a Paul, el cuál observaba la escena mostrando su sonrisa.

Paul: Con esto me has demostrado que el viaje sirvió para algo. – Murmuró mirándome fijamente.

Tu: Eso creo. – Asentí.

Al instante noté como los brazos de James rodeaban mi espalda y me aproximaban a él. Como extrañaba sus abrazos, al igual que los de todos.

Paul: Me alegro que por fin estés aquí. – Dijo mientras se separaba.

Tu: Yo también me alegro de haber regresado. – Afirmé.

George Martin no tardó en bajar, por lo que la pequeña familia se había reunido de nuevo otra vez.

G. Martin: Aún no me lo puedo creer. – Observó a John con su hijo en brazos – John es padre.

John: ¿Por qué no se lo puede creer? – Preguntó molesto.

G. Martin: Por nada, no te ofendas. – Alzó los brazos.

John: Cerdo. – Murmuró.

Tanto George como Brian marcharon a tener una tranquila charla, mientras los chicos se encontraban reunidos, prestando toda la atención al pequeño John, que estaba encantado.

Paul: Tiene tus ojos, John. – Afirmó.

George: Al menos no sacó su nariz. – Rió.

John: ¿Tienes algún problema con mi nariz? – Preguntó arqueando una ceja.

George: Ninguno John. – Se cruzó de brazos riendo.

Cogí a mi pequeño de los brazos de John, ya que reclamaba mi atención y John se alejó de los demás para hablar conmigo.

John: Creo que debemos hablar. – Murmuró – Sobre que haréis y donde iréis.

Tu: Te dije que estaba hospedada en un hotel. – Le expliqué.

John: No voy a dejar que mi hijo y mi… - Se calló – No os voy dejar vivir en un hotel, y más teniendo vuestra casa.

Tu: John. – Murmuré.

John: Ya lo hablamos anoche. – Me recordó – Por ahora venid a casa y ya hablaremos de como hacer las cosas.

Narra George.

La llegada de Charlotte había traído al grupo muchas ilusiones, más individualmente y en especial sentimentales, aunque más para algunos.

Yo: Mírate. – Le dije de brazos cruzados.

Paul: ¿Qué? – Preguntó fumándose un cigarrillo.

Yo: La cara que tienes. – Me encogí de hombros y le robé un cigarro de su paquete.

Paul: La misma de siempre. – Arqueó las cejas.

Yo: ¿Tú crees Paul? – Pregunté - ¿Has visto la cara que pones cuando la observas?

Paul: ¡Oh! Calla George. – Se quejó – No empieces, otra vez. Ya tuve que soportarte bastante hace años.

Yo: Es la verdad Paul. – Afirmé. – Admítelo de una vez.

Paul: ¿Qué admita que? – Me preguntó sin comprender.

Yo: ¿No es duro acostarse con tantas mujeres y que ninguna sea ella? – Pregunté para que lo asimilara.

Paul: Cierra el pico. – Dijo con enfado – Ella ha vuelto por John, tiene un hijo con John. Y tengo asimilado que las cosas volverán a ser como antes, ella junto a John.

Yo: ¿Después de que John se acostase con aquella china? – Pregunté frunciendo el ceño – No lo creo.

Paul: No era de China. – Me rectificó – Era de Japón.

Yo: Que más da. – Dije a desgana.

Paul: A parte por si no lo sabias anoche se acostó con Chalotte. – Le expliqué – Me lo acaba de decir.

Yo: Vaya, que desilusión. – Di una calada a mi cigarrillo – No creo que todo sea como antes.

Me alejé de Paul y fui a ver como Ringo golpeaba los tambores buscando un nuevo ritmo. Mientras los demás se hundían en sus pensamientos.

19 de noviembre de 2012

46. When I get home.


Y AQUÍ LLEGA UN CAPÍTULO NUEVO DE RECUERDOS. ESPERO QUE OS GUSTA Y MUCHISIMAS GRACIAS POR LAS VISITAS Y POR LOS COMENTARIOS. 

London; Primavera, Mayo 1977

Llegué a casa cansada, después de haberme pasado toda la mañana en la galería, revisando mi exposición fotográfica.
Supuse que mi marido ya se encontraba allí y que mis hijos acabarían de regresar de colegio.

Abrí la puerta y nada más entrar al jardín aquel precioso perro se aproximó para que le acariciase.

Tu: Ya he regresado. – Informé nada más entrar por la puerta.

Por allí aparecieron dos tiernos niños corriendo para ver quien llegaba antes debajo de las escaleras.

John: Hola mamá. – Exclamó el niño de once años.

Tu: Hola cielo. – Besé su mejilla - ¿Qué tal el colegio?

John: Hoy nos llevaron a ver una obra de teatro. – Me explicó.

Tu: Que interesante. – Sonreí – Después me lo explicas en la cena.

Dejé que se marchara a seguir haciendo los deberes y cogí en brazos a la pequeña Louise, que me quería enseñar un dibujo que había hecho en la escuela.

Louise: Es una casa. – Me explicó – Estos son papá, mamá, John y yo.

Tu: Es precioso. – Le expliqué - ¿Se lo enseñaste a papá?

Louise: Si. – Asintió – Me dijo que lo pondríamos en el mural.

Tu: Pues entonces déjalo encima de la mesa, y luego lo colgamos. – Sonreí.

La pequeña asintió y marchó como su hermano escaleras arriba. Colgué el abrigo en el perchero, pero antes de ir a buscar a mi marido, él ya me había encontrado a mi.

-  Buenas tardes mi amor. – Murmuró besando mis labios - ¿Cómo te fue el día?

Tu: Agotador. – Susurré - ¿Y a ti?

Escribí algo. – Asintió – Me gustaría hablar contigo.

Tras decirme eso, pasé junto a él al salón y ambos nos acomodamos en el sofá.

- Verás he estado pensado. – Me explicó con seriedad – Sobre lo que me propusiste de ir a vivir una temporada a Liverpool. Y creo que sería una gran idea. – Sonrió – John estará encantado, porque adora Liverpool y Louise tampoco creo que se oponga, después de haber escuchado hablar tan bien a su hermano de ese lugar.

Tu: ¿Estás seguro? – Le pregunté.                                                                                  

- Por supuesto. – Asintió – Creo que a mi también me vendría bien desconectar de Londres, por algún tiempo. – Asimiló – Y Liverpool me ayudaría a acabar de componer algunas canciones.

Le abracé sin decir nada, él sabía como dentro de mi echaba de menos Liverpool y estaría encantada de regresar.

- ¿Qué te parece si esta noche se lo decimos a los niños? – Preguntó.

Tu: Me parece perfecto. – Asentí feliz.

Noté como besaba lentamente mis labios, cada beso suyo era como el primero que nos dimos, escuché unos pequeños paso detrás nuestro y nos separamos lentamente, para ver como Louise observaba atenta aquel momento.

Mi marido rió y vino para que la cogiese en brazos.

Louise: ¿Podemos ir a pegar mi dibujo? – Preguntó feliz la pequeña del pelo castaño claro.

Tu: Por supuesto. – Asentí cogiéndole el dibujo.

Louise: He encontrado un bonito lugar. – Se levantó de las piernas de su padre y comenzó a caminar hacía allí – Aquí me gusta.

Señaló el pequeño mural que habíamos creado en el despacho de la casa, y con una chincheta lo pusimos en el hueco que ella dijo.

- Subiré a ver como va John con los deberes. – Me explicó y marchó al piso de arriba.

Louise: ¿Mañana iremos al zoo? – Preguntó feliz.

Tu: Si cielo. – Asentí – Mañana sábado iremos los cuatro al zoo. – Le recordé.

Louise: Tengo muchas ganas de ir. – Asintió feliz.

Subí al piso de arriba junto con Louise y entramos en la habitación de John, donde mi marido le estaba ayudando a hacer unos deberes.

-No, mira John. – Le explicó – Multiplicas ese número por ese, y lo que te de lo sumas a ese otro.

John: Es verdad. – Asintió – Creo que ya lo entiendo.

- Cada vez ponen problemas más complicados a menor edad. – Me susurró y reí.

La pequeña Louise marchó con su padre a la bañera, que el agua ya estaba preparada. Mientras tanto me quedé con John, que se había llevado una enorme desilusión y quería saber como se sentía.

John: ¿Por qué no puedo ir este fin de semana con papá? – Preguntó mirándome con desilusión.

Tu: Este fin de semana papá no puede. – Le expliqué – Tiene unas cosas importantes que hacer. Pero me prometió que pronto os veríais, que tiene muchas ganas de verte.

John: Siempre dice lo mismo. – Susurró.

El corazón se me rompía cuando tenía que ver a mi hijo desilusionado de esa forma, unas manos rodearon mi cintura.

-  ¿Qué ocurre? – Me preguntó.

Tu: John se siente triste. – Le expliqué.

Tras besar mi cabeza, se arrodillo al lado de John y le comenzó a explicar lo bien que nos lo íbamos a pasar este fin de semana.

-¿Te acuerdas que os prometí que iríamos al zoológico? – Le preguntó y John asintió – Pues mañana nada más levantarnos iremos y después comeremos allí.

John: ¿En el zoo? – Preguntó impresionado.

-Claro. – Asintió – Veremos todo tipo de animales, cocodrilos, leones, tigres…

Louise: ¡Delfines! – Exclamó una pequeña vez desde su habitación.

-   Claro que si. – Afirmó.

Pasé el resto de tarde ayudando a John con los deberes, mientras mi marido bañaba a nuestra hija.
Fue un día largo, pero adoraba llegar a casa para compartir mi vida con aquellas personas, que siempre me la alegraban.

14 de noviembre de 2012

45. Till there was you.


REMINDER: En el capítulo anterior, finalmente se descubrió como Paul volaba a Hamburgo para hacer que Charlotte entrara en razón y volviese junto con John a Londres. Nadie sabía de aquella marcha de Paul a Alemana, excepto George que le encubría en Inglaterra. ¿Charlotte regresará por fin a Londres?

Hamburgo; Primavera, Abril 1967.

Astrid: ¿Estás segura? – Preguntó minutos antes de que embarcara camino a la capital de Inglaterra.

Tu: Si. – Asentí – Creo que esto se lo debo a John, quiero que crezca junto a su padre y que su padre pueda disfrutar de su hijo.

Astrid: ¿Dónde te quedarás? – Preguntó con preocupación.

Tu: Hasta que encuentre un piso me quedaré en un hotel o ya veré. – Le expliqué.

Tras despedirme de Astrid y darle las muchas gracias por haberme acogido en su casa durante estos meses, subí al avión junto al pequeño John de ocho meses de edad.

Fue un vuelo largo, donde John estuvo todo el tiempo durmiendo en una silla que le habían preparado con anterioridad.

El tiempo en Londres era nublado y comenzó a llover mientras recogía el equipaje en el aeropuerto. Llegué completamente agotada y tuve la suerte de encontrar un taxi que nos llevó al hotel.

Tu: Esta es nuestra habitación. – Dije entrando el carrito con John y las maletas – Nos tendremos que apañar aquí mientras encontramos un piso.

Suspiré y me senté en la cama pensando que sería lo mejor para hacer ahora mismo. Quería llamar a Heidi antes que nada, ya que ella sabía que volvería a Londres y me dijo que nada más llegar la llamase.

Heidi: ¿Dígame? – Preguntó a la otra línea del teléfono.
Tu: Heidi soy yo. – Le dije – Soy Charlotte.
Heidi: Charlotte. – Susurró - ¿Ya estás aquí? ¿Has venido? ¿Cómo ha ido el vuelo? Estoy en los estudios no puedo hablar muy alto.
Tu: Si, si. – Dije rápidamente – El vuelo muy bien, nos hemos hospedado en el hotel y John se acaba de despertar hace un rato.
Heidi: ¿En un hotel? – Preguntó enfadada – Te dije que me avisaras que iríamos a por ti al aeropuerto y que te quedarías en mi casa, hasta que encontrases un piso.
Tu: Sabes que no quería molestar. – Le expliqué – Además con John sería más molestia.
Heidi: En serio, dime en cuál estás. – Me dijo – Que vamos a por ti y te quedas en mi casa. A Mick no le importará.
Tu: Bueno, la verdad es que había pensado en pasarme por los estudios para aclarar un poco las cosas. – Comenté.
Heidi: Los chicos ya se han marchado. – Informó – Hoy no han venido por la tarde, la tenían libre.
Tu: Vaya. – Murmuré.
Heidi: ¿Quieres que pase a por ti? – Preguntó - ¿O me quede con John, para que puedas ir a hablar con alguno?
Tu: La verdad es que no tengo ni idea. – Me quedé pensativa – No sé que hacer.
Heidi: Mira escúchame. – Dijo – Cuando salga me paso a recoger a John, y tú verás lo que hacer Charlotte.
Tu: Tal vez sea buena idea. – Murmuré mirando los ojos cerrados de John.
Heidi: Entonces no hay más que hablar. – Suspiró – Nada más salir me pasó y preguntó por tu número de habitación. Adiós Charlotte.
Tu: Hasta ahora Hei.

Preparé las cosas que debería llevarse Heidi junto con John, dentro de mi no quería dejar a John, pero prefería presentarme sola en mi antigua casa, para aclarar las cosas.

Heidi no tardó en llegar y bajé junto con ella al Hall.

Heidi: Escúchame. – Puso sus manos en mis hombros – Tranquila, yo me llevaré a John a casa y tu ves con tranquilidad a hablar con el otro John. – Rió dulcemente – Lo cuidaré, te lo prometo, lo cuidaré como su fuera mi hijo.

Sonreí y vi como lo decía de corazón, lo que me hizo marchar más tranquila, aunque con miedo en el cuerpo. Sin saber como iba a reaccionar John nada más verme aparecer en la puerta de su casa.

Me despedí de Heidi y besé la cabeza de mi hijo. Mi hijo. Aún no me había acostumbrado del todo a decirlo.
Llamaron un taxi desde la recepción del hotel, que no tardó en llegar.

 ¿A dónde? – Me preguntó.

Tu: A Weybridge, Kenwood. – Le informé.

Creo que fue el camino más largo de toda mi vida, más aún por culpa de la lluvia e trayecto se alargó.

-Ya hemos llegado señorita. – Dijo mirando a través del espejo.

Tras decirme el precio del viaje, se lo aboné y bajé del taxi. Las gotas de lluvía caían sobre mi, pero eso no hizo que aumentara mi velocidad por llegar y llamar a la puerta del jardín. Hasta que por fin me atreví.

-  ¿Quién es? – Preguntó aquella voz que tanto tiempo había anhelado - ¿Qué desea?

Tu: ¿Podría abrirme? – Pregunté con voz entrecortada.

- ¿Pero quién es usted? – Volvió a interrogar – Bueno, pase.

Sin dejar que respondiese y sin reconocerme, caminé por el largo jardín hasta llegar al techado de la entrada, donde la puerta se abrió lentamente y pude escuchar voces desde dentro.

George: Seguro que es alguien que ha averiguado donde vives. – Exclamó desde el interior.


Aquella persona que abrió la puerta se giró y finalmente ambos pudimos contemplarnos el uno al otro.

George: ¿Acerté? – Insistió.

John, simplemente observaba con la boca entreabierta y sin pronunciar ninguna palabra.

George: ¿John? – Preguntó al no recibir respuesta - ¿Que ocurre? ¿Por qué no respondes? –Pude ver como aparecía detrás de aquella persona que me observaba perplejo - ¡Charlotte! – Exclamó – Que sorpresa.

Se quedó en silencio al igual que John había hecho desde el principio.

George: Creo que será mejor que me marche. – Murmuró - Voy a por mis cosas. Y avisaré a Ringo.

Bajo un frío intenso y completamente empapada vi como salían tanto George como Ringo y me abrazó rápidamente y le dediqué una triste sonrisa, para volver a mirar como John no pronunciaba ninguna palabra y me miraba sin expresar nada en su rostro.

John: Entra casa. – Murmuró mientras me dejaba camino.

Acepté y entré dentro de aquella cálida casa, pero sin quitar la vista de él.

John: Iré a coger unas toallas y ropa para que te cambies. – Dijo igual de serio.

Tu: No hace falta. – Dije evitando temblar de frío.

John: No quiero que mueras helada. – Indicó – Ahora bajo.

Me quedé de pie y me aproximé a la chimenea que se encontraba encendida, al igual que hacíamos en esta época del año.

John: Toma. – Me tendió una toalla – Deberías subir a ducharte.

Tu: No hace falta. – Expliqué.

John: No te intentes hacer la valerosa. – Dijo serio – Es tu casa, no quiero que te enfríes, ves a darte un baño.

Asentí, sabía que tenía razón sería mejor que me diese un baño. Marché escaleras arriba y vi como se sentaba en el sofá suspirando y posando sus manos en la cabeza, entristecido.

Dejé las toallas colgadas de la percha del cuarto de baño, y entré en aquella ducha realmente conocida para mi. Aquel baño me hizo relajarme y pensar con la cabeza lo que estaba ocurriendo y lo que le iba a decir nada más bajar.

Con las ideas más claras bajé al salón con la ropa que me había traído, la cuál era mía y se me debió olvidar, al marcharme.

John: He preparado té. – Dijo mientras servía una taza – Te vendrá bien después del baño.

Tu: Gracias. – Musité.

John: No hay de qué. – Asintió y se sentó enfrente de mi. – ¡Vaya! ¿Es la moda en Hamburgo llevar esas faldas tan cortas? – Miré aquella falda que me compré con Astrid- Bueno y… ¿A que se debe esta inesperada visita?

Tu: John. – Murmuré – Sabías que tarde o temprano íbamos a regresar.

John: Si. – Asintió  con orgullo – Pero pensé que sería más temprano. Dijiste que necesitabas un tiempo.

Tu: Ha sido un tiempo. – Afirmé.

John: ¡Un tiempo! – Exclamó - ¡No cinco meses! ¿Sabes cuanto tiempo he estado esperando ver aparecer un maldito coche que te trajera de vuelta? ¡Cinco malditos meses! Desde Octubre que os marchasteis Charlie.

Tu: Lo sé John. – Asentí cabizbaja aceptando todo aquello que me reprochaba.

Un silencio se proclamó por toda aquella casa, donde John se levantó y comenzó a dar vueltas en círculo.

John: ¿Y dónde está Stuart? – Preguntó frenando en seco - ¿Dónde está mi hijo?

Tu: Heidi se ha quedado con él. – Le expliqué.

John: ¿Para qué? – Preguntó enfurecido – ¡¿Para volverte a marchar de esta casa?! ¿Cogerás otra vez la puerta y te irás? ¿Te lo llevarás?

Tu: No, John. – Negué tristemente.

Escuché como tiraba al suelo su libreta llena de apuntes de canciones junto con el lápiz, pero antes de que pudiese agacharme a recogerlo unas manos aprisionaban mi rostro acercándolo hacía el suyo y apretando fuertemente sus labios contra los míos.

John: No te vuelvas a marchar. – Murmuró juntando su frente con la mía – No me vuelvas a dejar, o recaeré en la locura.

Tu: No lo haré. – Musité – Lo prometo.

Otro beso después de que hubiese terminado la frase, otro más, más apasionado, sus labios recorriendo lentamente mi cuello, un escalofrío por mi cuerpo al sentir sus manos cálidas con la piel de mi cintura.

John: No sabes cuando he extrañado besarte. – Susurró junto a mi oído.

Los botones de la camisa que llevaba fueron desabrochándose lentamente por las manos de John, mientras mis manos se dedicaban a acariciar su rostro y la suave piel de su cuello.
Lentamente la camisa resbaló por mi cuerpo hasta encontrar su lugar en el suelo, por lo que al dejar mi cuerpo al descubierto, el chico que se encontraba delante de mi aprovechó para besar y acariciar cada una de esas partes desnudas.

En aquel momento no podía pensar en otro cosa, solamente en estar con él y dejar que John besara y me tuviera como anteriormente ocurría.

Lentamente fue subiendo escalón en escalón, sin despegar sus labios de los míos, mientras me sostenía, para dejarme caer en la cama del dormitorio y poder sentir su cuerpo junto con el mío.

John: ¿Quieres continuar? – Susurró mientras su corazón iba acelerado.

Sin decir una sola palabra asentí y comencé a desabrochar los botones de su camisa blanca, al igual que él había hecho anteriormente con la mía.
Una pequeña pero delante sonrisa se extendió en su rostro, para después rozar las yemas de sus dedos por mi espalda y desabrochar aquello que parecía molestarle, y que al poco tiempo cayó a saber donde, por la habitación.

John: Eres tan hermosa. – Susurró acariciando cada parte de mí.

Lentamente llevé mis manos a su cintura, donde me topé con su cinturón, que fue desabrochado sin complicación al igual que el botón. Sus pantalones negros cayeron fugazmente hacía el suelo, a lo que se tuvo que separar de mi para deshacerse de ellos, pero mis labios seguían requiriendo sus besos.

John: Tú nueva moda en Hamburgo me está trayendo problemas con la cremallera. – Susurró.

Busqué sus manos con la mía, le ayudé y entre ambos conseguimos deshacernos de aquella falda relativamente más corta.
La cortina de la habitación no se encontraba del todo cerrada, por lo que los rayos de la luna entraban por la ventana dejándome observar aquel perfecto torso desnudo.

John no tardó en hacer desaparecer aquellas dos prendas que quedaban en nuestro cuerpo, su respiración entrecortada y sus pulsaciones rápidamente aceleradas las notaba en cada parte de mí.

Entrelazó sus dedos con los míos y los apretó con fuerza a la vez que le notaba dentro de mí una vez más, pero esta era completamente diferente de las demás. Sus jadeos se juntaron con los míos, mientras nuestros labios estaban levemente entreabiertos, los unos con los otros.

Aquella noche pasó algo especial y realmente increíble.

11 de noviembre de 2012

44. An unexpected visit.

REMINDER: Por fin todos los recuerdos de su partida a Hamburgo han sido descubiertos. Tantas salidas nocturnas de John, la soledad que sentía en aquella gran casa y el cambio que su vida había dado al tener un hijo, le habían llevado a coger las maletas y marchar a Hamburgo junto con su hijo, dejando todo el Londres. Por otra parte la relación entre Michelle y Paul había finalizado, desde que ella descubrió al joven James con otra mujer en la cama, en cambio Heidi dejaba revivir el amor junto al música de The Rolling Stones, Mick.

Hamburgo; Invierno, Marzo 1967.

Me levanté y me aproximé a abrir la puerta, allí me topé con el cartero, que estaba haciendo su turno de día.

 Aquí tiene su correo. – Dijo con un extraño acento.

Tu: Muchas gracias. – Sonreí - Guten morgen.

 Guten morgen. – Dijo sonriente en alemán.

Cerré la puerta y cogí el biberón para llevárselo al pequeño John, que estaba ansioso esperando en el sofá.

Tu: Veamos a ver que nos depara hoy el correo. – Suspiré – Para Astrid, para Astrid. ¡Oh! Mira, tu abuela nos envía una carta desde Liverpool y las demás son para Astrid, excepto… - Leí la caligrafía – Excepto una más de tu padre.

Suspiré y abrí el sobre que había enviado John desde Londres.

Querida Charlie:

Espero que hayáis recibido la anterior carta que envié junto con el regalo para el pequeño Stuart. Yo recibí la bella fotografía que le hicisteis, es precioso y tiene tus rasgos en la cara.
No sabes cuanto os echo de menos, me gustaría explicarte aquellos mal entendidos y decirte cuanto lo siento, me gustaría escuchar tu voz y poder oler tu perfume una vez más, me gustaría escuchar como el pequeño Stuart me llama papá y oír su risa, ver como crece a mi lado y enseñarle a tocar la guitarra, componer canciones para él y que las pueda escuchar, me gustaría despertarme a tu lado día tras día.

Espero que las cosas os vayan bien por Hamburgo y que Astrid os esté tratando amablemente, aunque eso ya sé que sí.

Con amor, John.

Evidentemente las lágrimas resbalaban por mis mejillas, mientras los ojos marrones con un toque de miel, del pequeño John me miraban.

Tu: ¿Tú también le echas de menos? – Pregunté sin esperar una respuesta.

Suspiré y acabé de dar el biberón a aquel niño que sacaba una sonrisa que me alegraba el día. Subí para vestirle y poder salir a comprar comida, que nos hacía falta en casa.

Había amanecido con el sol brillando en mitad del cielo, un día soleado y cálido se podría decir.
Caminaba felizmente calle abajo sonriente y respirando el aire puro, sin ninguna preocupación ahora mismo en la cabeza.

-  Tiene un hijo precioso. – Dijo alguien a mis espaldas, con un acento bastante peculiar.

Tu: Gracias. – Me giré sonriente. - ¿Paul?

Me quedé atónita al contemplar aquella persona justamente enfrente de mi. ¿Cómo me había encontrado? ¿Qué hacía él aquí ahora mismo?

Tu: ¿Qué estás haciendo aquí? – Murmuré desconcertada.

Paul: Vine para hablar contigo. – Explicó – Sé perfectamente que no quieres saber nada, sobretodo de mi. Recibí la carta que me enviaste diciendo lo dolida que te sentías por no haberte contado lo de John aquella noche, donde se encontraba y con quien. – Me recordó todo lo que quería olvidar – Pero si he venido hasta aquí es porque me importas y agradecería que hablases conmigo.

Guardé un momento de silencio, para después arquear las cejas y asentir.

Tu: Sinceramente Paul. – Arqueé las cejas – Todo lo de la carta que te envié ya está olvidado. – Sinceré – Y la verdad iba a comprar unas cosas que nos hacen falta para casa, así que…

Paul: Te puedo acompañar. – Se encogió de hombros – Si quieres.

Tu: Creo que no sería lo mejor. – Le expliqué – Pasear con un Beatle y más por las calles de Hamburgo no es lo más conveniente si no es que quieres salir en portadas de revistas.

Paul: Si. – Asintió – Creo que tienes toda la razón. Esperaré. Aquí mismo.

Se sentó en el bordillo de la carretera y cruzó los brazos, no pude evitar sacar una sonrisa de mis labios.

Paul: ¿Qué ocurre? – Preguntó sin comprender.


Tu: Tal vez pueda ir más tarde. – Asentí y giré el carrito hacía la puerta de casa - ¿Entras?

Paul: Encantado. – Sonrió – Que grande está. – John rió, mientras Paul jugaba con él - ¡Anda! Si ríe.

Tu: Claro que ríe Paul. – Me carcajeé – Le gustas.

Paul: ¿Puedo cogerlo? – Me preguntó.

Tu: Por supuesto.

Paul no dudó y sacó a John del carrito, que lo estaba deseando.

Paul: ¿Te gusta el tío Paul? – Le preguntó – Yo soy tu tío Paul. ¿Sabes decir Paul?

El pequeño intentó repetir el nombre, a lo que a Paul le sacó una gran sonrisa y a mi tan solo de mirarles me la sacaba.

Paul: Cuando seas mayor te compraré un bajo. – Asintió sentándose en el sofá – Si, y te enseñaré a tocarlo y te compraré un gran caballo de madera, para que puedas jugar con él.

Me quedé en silencio observándoles pero creo que ya era hora de saber, por qué James se encontraba aquí.

Tu: Paul. – Llamé su atención - ¿Para que has venido?

James dejó de mirar a mi hijo que lo tenía en las piernas y centró su mirada en mi.

Paul: Esta bien. – Asintió – Verás, si he venido es por algo. Vuelve a Londres, Charlotte.

Tu: Paul… – Murmuré.

Paul: Escúchame. – Intervino – Ha pasado tiempo desde que te viniste aquí a Hamburgo. No puedes huir y dejar toda tu vida atrás, debes afrontar todo lo ocurrido. Las cosas han cambiado ¿Sabes? – Arqueó las cejas – Ya no damos conciertos, supongo que lo sabrás. Brian necesita alguien que se encargue de tu puesto, y te puedo decir que no hay nadie comparado a ti. Las cosas están patas arriba, John esta pesimista, se queja por todo, no sabe tirar hacía delante. – Me comenzó a explicar – Y sinceramente pienso que debería disfrutar de John, debido a que es su hijo.

La verdad es que lo que acababa de decir era del todo cierto y tenía toda la razón en aquello.

Paul: No sé tú, pero yo… - Murmuró – Te echo en falta Charlotte. Todos te echamos en falta. – John comenzó a quejarse de que no le prestábamos atención. – Ahora sé como se debió sentir Ringo cuando Merce se marchó.

Tu: Paul… - Susurré.

Paul: Te lo puedo asegurar. – Asintió.

James centró ahora mismo su atención en John que quería que le hiciésemos caso.

Paul: Yo creo que John debería de pasar tiempo con su padre. – Susurró – Recuerda que a John le faltó la presencia de su padre cuando era pequeño y él no querría que a su hijo que ocurriese lo mismo.

Tu: Tienes razón. – Asentí entristecida – Dame tiempo, dame unos días. Por favor.

Paul: Por supuesto. – Besó la cabeza del pequeño – Por cierto, los demás no tienen ni idea. Solo George que es quién me encubre.

Me levanté y me dirigí hacía la cocina para sacar algo de comer.

Paul: Mi vuelo sale esta noche. – Me explicó entrando en la cocina con John – Tómate tu tiempo, yo ya dije todo lo que tenía que decir.

El ambiente entre nosotros estaba tenso, desde antes de marcharme ya lo estaba, pero creía oportuno abrazarle y dejar en el pasado aquellos problemas y discusiones.

Paul: Sabes que lo hago porque me importas Charlotte. – Susurró mientras me abrazaba – Y John también me importa, ambos.

Tu: Lo sé Paul. – Asentí apartándome.

El pequeño John comenzó a chocar sus manos riéndose y Paul comenzó a reír.

Paul: Y me encantaría disfrutar tiempo con él. – Lo alzó - ¿Tú también quieres pasar tiempo conmigo? ¡Ah! Mira lo que le compré.

Me acerqué al salón, donde Paul rebuscó en su bolsa de mano, que había traído consigo, y en la cuál sacó un peluche casi del tamaño de John.

Tu: Pero si es más grande casi que John. – Reí al ver como mi hijo lo cogía feliz.

Paul: Pero le gusta. – Sonrió – Mira que feliz.

Pasé toda la mañana con Paul, hasta que llegó Astrid y se quedó sorprendida de verle aquí.

Astrid: Ya he regresado Charlie. – Dijo entrando por la puerta - ¿Como has pasado la mañana? He traído… ¡Vaya! Paul...

Paul: Hola Astrid. – Se levantó a saludarla.

Astrid: Cuanto tiempo. – Le miró sorprendida - ¿Cómo es que estás aquí?

Paul: Quería hablar con Charlotte. – Le explicó – Llegué esta misma mañana y me marcho esta noche.

Astrid: ¿Y has conseguido sacar algo en claro Paul? – Preguntó.

Paul: Es decisión suya. – Me señaló – Lo sabré si la veo regresar.

Tu: Así es. – Asentí mirando como jugaba John – Es decisión mía.

Paul: Creo que es hora de que me marche. – Miró el reloj – No me gustaría llegar tarde y perder el vuelo.

Astrid: Ha sido un gran placer volverte a ver Paul. – Sonrió y le abrazó – Manda recuerdos para los demás por Inglaterra.

Paul: Los mandaré querida Astrid. – Sonrió, con aquella sonrisa - ¿Te despides del tío Paul?

John le miró y se ofreció para que lo cogiera en brazos, mientras salía con la bolsa de mano en la otra y Astrid me susurraba cosas al oído.

Astrid: Te prometo que no sabía nada de nada. – Me susurraba - No tenía ni idea que iba a venir.

Tu: Tranquila. – Le sonreí y cerré la puerta detrás de mi – Me ha alegrado tu visita James.

Paul: ¿Por qué me llamas James? – Frunció el ceño – Solo lo haces cuando estás molesta conmigo o tratas conmigo una conversación seria. Y creo que no es una conversación seria la de ahora bella señorita.

Tu: No, no lo es. – Sonreí suspirando.

El silencio y el frío, invadieron la larga calle de Hamburgo, donde se encontraba el pequeño jardín de la casa de Astrid, y anteriormente de Stuart.

Paul: A mi también me ha alegrado verte después de estos meses. – Sonrió – John está precioso al igual que su madre, que parece que ha madurado más de lo que ya era. Estás realmente preciosa Charlotte.

Mis mejillas se sonrojaron, pero no demasiado, debido a que conocía lo suficiente a Paul para saber que era un chico que halagaba a cualquier mujer, por lo que no me lo tomé demasiado enserio.

Tu: Tú… - Asentí – Has madurado un poco. – Comencé a reír al igual que él.

Paul: ¡Hey! – Se quejó sonriente – También lo he hecho, lo suficiente para venir hasta aquí e intentar que regreses.

Tu: Eso parece. – Miré a John en sus brazos, como rodeaba con sus manos el cuello de Paul – John, tienes que soltar a Paul, que se tiene que marchar.

El pequeño continuó como estaba y no me hizo caso, pero Paul después de besar su mejilla intentó pasármelo para que lo cogiese, cosa que John no quería.

Paul: No quieres soltarme. – Rió – John, debes de ir con tú mamá.

El pequeño negó con la cabeza y no hizo por separarse de Paul.

Tu: John, escúchame. – Llamé su atención – Te prometo que verás al tío Paul muy pronto y también a Papá.

Paul hazlo su mirada hacía mi y me miró sorprendida, mientras le dediqué una sonrisa.

Paul: ¿De verdad? – Preguntó con ojos brillantes.  

Tu: De verdad James.

7 de noviembre de 2012

43. Sea ​​of ​​doubt.


REMEMBER: Anteriormente Charlotte se había marchado de Londres, donde tenía su vida junto con los cuatro de Liverpool, trabajando de fotógrafa para el grupo. Ella y John compartían casa, debido a su relación amorosa que surgió al paso del tiempo y al hijo que comparten ambos. Pero han debido de ocurrir algunos sucesos para que ella marchase camino de Hamburgo, donde se encuentra ahora y recuerda aquellas situaciones que la han obligado a marchar.


Hamburgo; Invierno, Marzo 1967.

Escuché como provenía del piso de arriba un llanto, y dejé lo que estaba haciendo para ver que le pasaba al pequeño John.
Lo cogí en brazos y besé su pequeña cabecita, miré la hora y bajé a preparar el biberón, que debería de haberse tomado hace poco.

Tu: ¿Tienes hambre? – Pregunté sonriente – Ahora te preparo el biberón, quédate aquí que ya vengo.

Lo dejé acomodado en el sofá entre un par de cojines y calenté la leche, cuando el timbre hizo que me asustara de repente y se me derramara un poco por el suelo.

Tu: Maldita sea. – Murmuré limpiando con una servilleta - ¡Ya voy!


London; Otoño, Septiembre1966

Me encontraba en casa junto a nuestra ama de llaves, que John se había empeñado en que tuviéramos y así me ayudaría y me facilitaría el trabajo con el pequeño John. Sería la una de la madrugada, y aún no había regresado a casa.

Mrs. Smith: No tardará en regresar a casa señorita Sutcliffe. – Me intentó calmar – No se intranquilice.

Tu: Me prometió que llegaría para la cena. – Le expliqué – Tal vez le haya pasado algo.

Mrs. Smith: Seguro que se encuentra perfectamente. – Sonrió dulcemente – Se habrá retrasado charlando con el señorito McCartney y los demás.

Tu: Tal vez. – Asentí.

Escuché un coche venir y entrar dentro del jardín, ambas voces y risas procedían de él. Me asomé a la ventana y vi como John no venía solo, si no acompañado con un nuevo conocido del grupo, el cuál se había ganado gran parte de confianza de Brian, Derek Taylor, era periodista y debido a la marcha de Merce, muchos artículos eran cubiertos por él bajo su supervisora, Heidi.

Mrs. Smith: ¿Voy a abrir la puerta? – Me preguntó nerviosa.

Tu: No, déjeme. – Negué con la cabeza – Ya les recibo yo directamente.

Me acerqué y abrí la puerta viendo como los dos me miraron impactados por mi presencia allí.

John: Vaya… - Murmuró.

Tu: ¿Vaya? – Pregunté arqueando las cejas – Pensé que vendrías a cenar.

Derek: Bueno, yo creo que será mejor que me vaya. – Se frotó los ojos – Buenas noches.

Bajó los escalones como pudo, debido a su gran estado de ebriedad, que llevaba en el cuerpo.

John: Me retrasé. – Rascó su cabeza.

Tu: ¿Dónde has estado? – Pregunté con curiosidad y preocupación.

John: Eh… - Llevó la mano a su frente – No lo recuerdo. ¿Puedo pasar?

Día tras día, escenas como estas se iban repitiendo cada vez más. Recurrí a charlar con Ringo, que simplemente sabía decirme que John iba a tomar copas con Derek noche tras noche. George me decía lo mismo, y aunque le explicaban que sería lo mejor marcharse a casa tras pasar todo el día en el estudio, no prestaba del todo atención.

Mi vida se estaba volviendo realmente monótona. Tras tener al pequeño John, no salía casi para nada de casa, me pasaba los días allí encerrada cuidando y siendo ayudada por la señora Smith, pero aún así echaba de menos mi trabajo junto a ellos.

London; Otoño, Octubre 1966

Marché a la ciudad, aquella tarde noche tenía interés en ir a visitar los estudios y ver como iban las cosas por allí. El pequeño John se había quedado en casa al cuidado de la Señora Smith, que estaba encantada con él.

Bajé del taxi y saqué el paraguas debido a la intensa lluvia que estaba cayendo aquel día. Entré rápidamente y saludé a la secretaria, que muy amablemente me dedicó una sonrisa y me expresó lo bien que estaba después del embarazo.

Subí las escaleras, llevaba algo de comer, porque sabía que se quedarían aquí a cenar y pensé en cenar con ellos como en los viejos tiempos. Nada más abrir la puerta…

Ringo: ¡Charlotte! – Sonrió y me dedicó un pequeño abrazado – Que ilusión el que hayas venido. Las cosas están alborotadas por aquí sin ti.

George: No exageres Ringo. – Golpeó su brazo – Me alegro que hayas venido. ¡Oh! Y traes comida.

Me quité el abrigo y entregué las bolsas con comida a George, mientras veía como Paul dejaba su bajo a un lado, y se acercaba lentamente.

Paul: Veo que estás realmente bien. – Dijo casi en un susurro – Yo también me alegro verte aquí.

Tu: Muchas gracias Paul. – Sonreí – Por cierto. ¿Dónde está John?

Un silencio inundó la estancia y los tres se comenzaron a mirar los unos a los otros.

Paul: Pues, verás. – Puso su mano en la nuca – John se marchó a hacer unas cosas.

Tu: Vaya. – Murmuré – No sabía nada. Pensé que estaría aquí con vosotros, para cenar.

George: No creo que tarde en venir. – Murmuró.

Tu: Entonces esperaré. – Dije sonriente.

Me senté en una silla que había por allí cerca y los chicos se pusieron a cuchichear entre ellos.

Ringo: Deberíamos explicárselo. – Murmuró.

George: Shh. Guarda silencio. – Le recordó – Esto es cosa John.

Ringo: Pero no me parece bien. – Repitió.

Paul en cambio daba vueltas con las manos cruzadas, a lo que a mi me pareció una situación extraña e intervine.

Tu: ¿Que ocurre? – Pregunté - ¿Dónde se ha marchado John?

George: No tardará en venir. – Forzó una sonrisa.

Tu: ¿Qué ocultáis? – Pregunté.

Paul: Nada. – Negó con la cabeza y se arrodilló enfrente de mi – Salió un rato.

De repente la puerta de los estudios se abrió de par en par y a partir de allí las cosas se convirtieron un tanto confusas para mi. 

Al parecer mi presencia no fue notada por él y la conversación que traía con su querido amigo Derek no fue silenciada.

Derek: Te lo dije. – Rió – Era una diosa, Brigitte Bardot es una diosa, te la debería de haber presentado antes.

John: ¡Oh! – Sus ojos se abrieron de par en par, pude comprobar un tono rojizo en su piel y un estado de ebriedad. – ¡Charlie! ¿Qué? ¿Qué haces aquí?

Tal vez mi mirada fue demasiado dura, debido a que Derek saltó simplemente con verme allí.

Derek: No es lo que piensas Charlotte. – Alzó ambas manos.

Tu: ¿Se debían a eso tus salidas nocturnas? ¿Brigitte Bardot? – Pregunté con el corazón dolido – No pensé que podrías caer tan bajo.

John: Charlie. – Murmuró. – No es lo que piensas. Simplemente hemos ido a…

Tu: ¿A conocer a Brigitte Bardot? – Pregunté interesada.

John: Si, simplemente a conocerla. – Asintió rápidamente.

Tu: Estás completamente ebrio y apestas a alcohol. – Me aproximé a él – Y a lo que no es alcohol.

Mis ojos se llenaban de lágrimas al contemplar la escena, y a ver en lo que se había convertido John.

John: Charlotte por favor. – Murmuró negando rápidamente con la cabeza.

Tu: ¿Sabes? Lo he estado pensado fríamente. – Expliqué con todo el dolor de mi corazón – Y creo que será mejor que me marche una temporada.

John: ¿Qué te marches? – Preguntó con la boca abierta - ¿A dónde?

Tu: Hablé con Astrid. – Susurré – Y ella nos acogería en Hamburgo por un tiempo.

John: ¿Os acogería? – Preguntó - ¿A Stuart? ¿A John?

Tu: Si. – Asentí lentamente - A John.

John: ¿Vas a marcharte? – Preguntó incrédulo - ¿Vas a dejarme?

Derek: Charlotte creo…

Tu: Tú no te metas Derek. – Dije furiosa.

Simplemente se escuchaba la fuerte respiración de John en la estancia junto con la mía.

John: Charlie por favor. – Murmuró con los ojos acuosos – No puedes marcharte, no puedes dejarme, no te puedes llevar a nuestro hijo. Lo siento, se que estos meses no han sido como habíamos pensado, se que no he pisado casi la casa y que no he estado junto a vosotros. – Expresó todo lo que llevaba dentro – Pero te prometo que cambiaré, quiero pasar tiempo con Stuart, los tres juntos.

Tu: John, creo que… - Me quedé pensativa – Creo que será lo mejor, que nos marchemos por una temporada.

El silencio se volvió a hacer presente en el estudio, Derek ocupó la silla que yo anteriormente había dejado vacía.

John: ¿De verdad es lo que quieres? – Preguntó - ¿Quieres marcharte?

Tu: Si, John. – Murmuré – Quiero marcharme. Lo lamento.

John: Entonces no puedo impedirlo. – Susurró.

Alcé mi mirada, contemplé unos rostros apagados y un tanto desconcertados de las personas que me rodeaban. Y tras susurrar un diminuto Adiós comencé a caminar hacía la salida lentamente sin mirar atrás, sabiendo que si lo hiciese cambiaría de opinión y no me marcharía.

John: Siempre fuiste diferente. – Alzó al voz – Siempre has sabido tomar las decisiones sin aportaciones de los demás, eso siempre me ha gustado de ti, porque no eres como las demás. – Se hizo silencio. – Y por eso nunca te trate como lo hice con las demás mujeres, porque eres especial, y te dejo marchar, porque te quiero.

Paul: John…

John: ¡Déjame! – Gritó - Y sí, estoy aquí ebrio explicándote lo que siento, delante de mis amigos, pero me da igual. Me da completamente igual. Y si quieres marcharte, hazlo. ¡Hazlo! – Tosió y escuché como se quebraba su voz – Echa por la borda todo lo que hemos vivido estos años.

Y con una gran impotencia en mi cuerpo, sin saber de donde saqué las fuerzas pasé a través de esa puerta sin mirar atrás.
Tal vez mucha gente me culparía de intolerante o de mujer sin sentimientos, pero no podía aguantar más tiempo una vida como la que llevaba, lo único que pedía era ver al padre de mi hijo, compartir tiempo junto a él y con el pequeño John y algo de tiempo para mis aficiones.

Pero nada de eso se estaba cumpliendo, experimentaba un mar de dudas en mi cabeza y poco a poco sentía como un embudo absorbía mi vida. Al no poner John tampoco de su parte para cumplirlo, no aguanté más y marché dirección Hamburgo. Sí, huí con miedo.

BUENO COMO VEO QUE CUESTA UN POCO COMPRENDER EN QUE SITUACIÓN SE ENCUENTRAS AHORA MISMO LA HISTORIA, HE PENSADO HACER UN PEQUEÑO RESUMEN EN CADA CAPÍTULO. LO TENDRÉIS ARRIBA Y COMO PODÉIS COMPROBAR ESTE YA TIENE EL SUYO. IGUALMENTE CUALQUIER DUDA QUE OS SURJA AQUÍ ESTOY YO PARA SOLUCIONARLA, ME A ESCRIBÍS EN UN COMENTARIO QUE SERÁ RESPONDIDO.