United States; Verano, Agosto 1964
Me encontraba en mitad
del camerino donde los chicos se estaban preparando bajo un rotundo silencio
que Brian rompió.
B. Epstein: Voy a ver
como van las cosas y ahora vengo a avisaros. – Chocó sus manos.
Ninguno respondió a lo
que acababa de decir Brian, y siguió presenciando la escena que estaba
sucediendo.
Richard se acercó a
Merce, ya que fue el único que no la había saludado nada más entrar. Posó su
mano en su nuca con gesto nervioso y le ofreció la otra mano a Merce, para que
se la estrechara.
Ella educadamente y
con una pequeña sonrisa en la cara se la estrechó.
Ringo: Me alegro que
estés bien. – Tartamudeó con nerviosismo.
Merce: Yo también que
tú lo estés.
John se puso a mi lado
y se acercó para susurrarme en el oído.
John: Y ahora se
acercan y se besan. – Susurró.
Tu: Sh. – Le advertí.
Ringo: ¿El trabajo te
va bien? – Preguntó.
Merce: Si, muy bien. –
Asintió – Por lo que veo a ti también.
Ringo: Si, si. – Dijo
rápidamente.
Otro silencio incómodo
se produjo en la pequeña sala, pero Merce supo como salir de él.
Merce: Chicos, me
gustaría comentarios algo. – Le dijo – Bueno no sé si lo sabréis, pero conocí a
Bob Dylan y bueno, mantengo una pequeña amistad con él.
George: ¿Mantienes una
pequeña amistad con Bob Dylan? – Preguntó interesado.
John: ¿Seguro que
amistad? – Movió rápidamente las cejas.
Tu: ¡John! – Le
pellizqué.
John: ¡Ay! – Gritó.
Merce: Bueno, a lo que
iba. – Volvió a comenzar. – Él se entero que antes trabajaba muchos artículos
con vosotros, y me propuso que si podía conseguirle una reunión con The Beatles
cuando viniesen a Nueva York.
Paul: ¿Estás queriendo
decir que si aceptamos tener una reunión con Bob Dylan? – Preguntó descruzando
sus brazos.
John: ¡Por supuesto! –
Saltó emocionado – Nos encantaría conocerle. ¿No?
George: A mi me parece
estupendo. – Asintió sonriente - ¿Dónde sería?
Merce: Bueno, tendría
que hablar con él esta noche, pero me imagino que en vuestro hotel se podría
organizar. – Expuso.
Paul: Me parece bien.
– Asintió - ¿Deberíamos comentárselo a Brian?
Merce: Ya se lo
comento yo más tarde. – Se ofreció.
La puerta se abrió y
por ella apareció Brian indicando que ya era hora de que fueran saliendo para
el escenario.
John: ¿Hablaste con
Heidi? – Me preguntó camino al escenario.
Tu: Si, hable con ella
cuando llegué al hotel. – Le expliqué.
John: Perfecto. –
Asintió dándome un beso rápido para después correr hacía el escenario.
Me dirigí con Merce
hacía la zona donde teníamos reservados los asientos y así pudimos disfrutar de
un concierto, en el cual se produjo algún altercado. Uno de ellos cuando una
fan subió al escenario para abalanzarse sobre George Harrison, por lo que un
par de jefes de seguridad tuvieron que
intervenir y el concierto continuó sin incidentes.
Me pude fijar como
Merce observaba atentamente cada movimiento que hacían los chicos, en especial
cada movimiento de Ringo. Sabía que había sido complicado para ella tener que
entrar en aquel camerino donde se encontraban, pero eso sería un paso para
superarlo aún más. O tal vez no.
Tras finalizar el
concierto los chicos salieron casi corriendo del escenario para marcharse otra
vez a su camerino, al cuál nos dirigíamos ahora nosotras.
John: ¿Qué os ha
parecido? – Preguntó con los brazos abiertos.
Merce: Increíble. –
Sonrió.
Tu: Espectacular. –
Dije abrazándole.
John: ¿Habéis visto
que encanto? – Dijo haciendo que me pusiera roja.
Ringo: ¿Os habéis
fijado en la fan que no se despegaba de George? – Rió.
Paul: Podrías haber
quedado con ella más tarde. – Asintió – Era guapa.
George: ¿Crees que era
el momento más oportuno de quedar con ella? – Dijo molesto – Y luego dice que
no es mujeriego.
Paul: No soy
mujeriego. – Se quejó.
Ringo: Ya habéis
vuelto a sacar el tema. – Suspiró – No lo eres Paul.
Merce: ¿Quién dice que
lo seas? – Preguntó extrañada.
Paul: La encantadora
señorita de John. – Me señaló.
Tu: A ver, tal vez me
confundí de palabra. – Me excusé – Quise decir, muy amigable con mujeres. ¿No?
Paul: Déjalo, ya lo
dijiste. – Alzó los brazos – No hay vuelta atrás. Eso hirió mi corazoncito.
Tu: No quise herir tu
corazoncito. – Le expliqué - ¿Me perdonarás?
Paul: Me lo tengo que
pensar. – Dijo guardando su Hofner. – Eso me llevará tiempo, mucho tiempo. En
el cuál tú deberás demostrarme que no querías herir mi corazoncito.
Tu: ¿Y como piensas
que puedo demostrarte eso? – Pregunté interesada.
Paul: Tal vez
demostrando que me tienes aprecio. – Sonrió.
Tu: Sabes que te tengo
aprecio Paul. – Sonreí.
John: Yo también te
tengo aprecio. – Intervino levantado la mano.
Paul: Ya lo sé John. –
Rió.
Ringo: ¿Y a mi nadie
me tiene aprecio? – Rió alzando la mano.
Aquella pregunta hizo
que todas las miradas fueran a parar a Merce, que dejó el vaso de agua que
estaba bebiendo y salió por la puerta con la escusa que tenia que hablar con
Brian sobre lo de Bob.
Ringo: Gracias por
traerla hoy. – Dijo con enfado - ¿Nadie podía habérmelo dicho? Me la he
encontrado de sorpresa. No sé que tendréis en vuestras mentes, pero no quiero
escuchar ningún comentario sobre ella estos días.
George: Tranquilo
Ringo, no haremos ningún comentario sobre ella. – Le prometió.
John: Yo no prometo
nada. – Se encogió de hombros – Tal vez se me pueda escapar alguno.
Ringo salió enfurecido
de la pequeña habitación y se dirigió el primero para subir en los coches que
nos esperaban a la salida.
John: Creo que estos
dos días van a ser interesantes con estos dos. – Asintió - ¡Ah! Y con Bob
Dylan, me gusta este triángulo amoroso.
Tu: John, ten tacto al
tratar del tema. – Le pedí – Y más estando Richard y Merce delante. Que no ha
sido fácil para ninguno de los dos.
John: Vale, bella
dama. – Asintió con cansancio – Lo haré por usted.
Paul: ¿Esta noche
salimos? – Preguntó subiendo al coche - ¡Ah! Por cierto, quería pediros perdón
al interrumpir esta tarde en vuestro dormitorio.
Tu: No importa Paul. –
Dije sonriente.
George: ¿Qué ha pasado
esta tarde? – Preguntó interesado.
John: Paul, que es muy
oportuno cuando quiere. – Le señaló con el dedo.
George rió y removió
el pelo de Paul, a lo que él se quejó y se puso a peinarse otra vez.
Paul: ¿Entonces esta
noche saldremos? – Volvió a insistir.
John: No querrás que
te vuelva a pasar lo mismo que en el tour pasado. – Arqueó las cejas.
Paul no dijo nada,
simplemente agachó la cabeza y miró por la ventana mientras se mordía las uñas.
Tu: John. – Susurré.
John: Disculpa Paul.
- Agachó la cabeza avergonzado – No
quise decir eso.
Paul: Tranquilo John.
– Esbozó una triste sonrisa – No importa.
John puso la mano en
la hombro de Paul, como gesto de apoyo hacía él y este sonrió.
John: Yo no saldré
esta noche. – Informó – Me quedaré en el hotel con Charlie.
George: Lo suponíamos.
– Asintió.
Llegamos al hotel,
donde Merce nos informó que esta noche sería la mejor para que los chicos
pudiesen ver a Bob Dylan, en vez de mañana.
Por lo que aceptaron y
marcharon a esperar al chico de Duluth, en la habitación de Paul.
B. Epstein: No tardará
en llegar. - Dijo interesado.
Me encontraba sentada
justo al lado de John en el sofá, el cuál tenía sus dedos entrelazados conmigo.
John: ¿Me das un beso?
– Preguntó poniendo una mirada interesante.
Tu: Me lo tengo que
pensar. – Susurré.
John: Que decepción
que te lo tengas que pensar. – Murmuró.
Tu: Ya me lo he
pensado. – Le dije.
John: ¿Y a que
conclusión has llegado? – Preguntó arqueando las cejas.
Aquella pregunta se la
respondí con el beso que me había pedido, un beso lento y fuera de miradas
ajenas.
John: Me ha gustado a
la conclusión que has llegado. – Sonrió.
Unos golpes en la
puerta hicieron llamar nuestra atención y nada más abrirla el chico de
Minnesota apareció con su pelo rizado y llevando unas gafas de sol.
Sinceramente era atractivo, tal y como había comentado Merce.
Los chicos se
acercaron a saludar, y me levanté detrás de John para saludarle educadamente.
Bob: Encantado John. –
Le estrechó la mano mientras fumaba – Creo que ya iba siendo hora de que nos conociéramos.
John: Pienso lo igual.
– Asintió.
Bob: ¿Esta preciosa
chica es Charlotte? – Preguntó dándome dos besos – Había escuchado hablar de
ti, pero nunca te habían descrito tan encantadora.
Tu: Gracias. – Me
sonrojé tras cada una de sus palabras.
Vi como entraba Merce
junto a Brian Epstein, y decidimos que sería mejor dejar a los cinco para que
entablaran conversación tranquilamente.
Merce: ¿Qué te
apetecería hacer? – Dijo sonriente – Tenemos todo Nueva York para nosotras
solas.
B. Epstein: No
regreses muy tarde Charlotte. – Avisó – E ir con cuidado por donde vais.
Merce: Tranquilo
Brian. – Rió.
Salimos a la calle
donde estaba el taxi que habíamos pedido, del cielo empezaron a caer pequeña
gotas de lluvia, que nos podían estropear la noche. Pero Merce sabía que no.
Merce: Tranquila, esta
lluvia no nos estropeará la noche. – Me dijo – Al 229 Este de la Calle 43, por
favor.
Tu: ¿Dónde me llevas?
– Pregunté con curiosidad, ya que me había hecho vestirme de gala
completamente.
Merce: A una fiesta. –
Sonrió.
El coche nos dejó
justamente en la entrada al edificio donde trabajaba Merce, parejas vestidas de
etiqueta iban entrando.
Merce: Gracias por
traernos. – Le dijo - ¿Vamos?
Entré junto a Merce,
era un edificio precioso, la fachada era blanca y se encontraba en una zona
única de Nueva York.
Merce: Es una fiesta
privada de la empresa. – Me susurró anda más entrar – Y tú eres mi acompañante.
Le sonreí y la seguí
subiendo por el ascensor, me explicó que todos intentarían impresionar con sus
anécdotas, pero que estuviera calmada, que seguro que tendríamos mejores.
Estuvimos charlando
con compañeros de Merce, tomando champán y escuchando anécdotas de todo tipo
aquella noche. Por fin supe como era una fiesta Neoyorkina.
La noche pasó rápida,
y nos dimos cuenta que ya era de madrugada y que sería lo más aconsejable
regresar al hotel.
Merce: ¿Cogemos un
taxi? – Dijo saliendo del edificio.
- ¿Le pido un
taxi? – Preguntó el hombre encargado de la puerta.
Merce: Si, gracias. –
Asintió.
El taxi no tardó en
venir, mientras nos resguardábamos del increíble chaparrón que estaba cayendo
por aquel entonces.
Tu: Lluvias de verano.
– Dije quitándome el abrigo dentro del coche. - ¿Crees que habrán congeniado?
Merce: Creo que si. –
Asintió – O por lo menos eso espero.
El taxista nos dejó
justamente en la puerta del hotel, donde un encargado vino a rbirnos la puerta
con un paraguas.
Tu: Gracias. – Sonreí
– Será mejor que subamos cuanto antes y nos sequemos. ¿Subimos a mi habitación
y ahora más tarde vamos a verlos?
Merce: Sí, así puedo
secarme un poco. – Dijo subiendo en el ascensor – Tal vez se pregunten donde
estamos.
Tu: No creo. – Negué –
Tal vez se lo pregunte Brian, pero no los demás.
Comenzamos a reír a la
vez que abría la puerta de mi habitación, pero unas risas nos hicieron dar
cuenta que alguien salía de una habitación que no pertenecía a nadie.
Nos giramos y vimos
salir a Bob y a los chicos de allí, mientras un par de policías vigilaban la
salida de escalera.
Bob: ¡Vaya! – Exclamó
– No sabíamos donde os habíais metido.
Merce: ¿Qué hacéis
saliendo de ahí? – Preguntó extrañada.
John: Nos gustaba más
esta otra habitación. – Rió a conjunto con Bob.
Tu: ¿Os encontráis
bien? – Pregunté con los ojos entornados.
Ringo: Por supuesto
que si. – Rió - ¿Por qué no nos íbamos a encontrar bien? Estoy feliz.
B. Epstein: ¿Os lo
habéis pasado bien? – Preguntó sonriente - ¿Dónde habéis estado?
Tu: Merce me llevó a
una fiesta de su empresa. – Le expliqué extrañada por sus comportamientos.
Bob: Suena realmente
divertido. – Soltó a carcajada limpia.
John: Muy interesante.
– Asintió sonriente.
Vi como Paul salía con
una pequeña libretita y un lápiz en la mano, escribiendo concentrado algo en
ella.
Merce: Yo creo que va
siendo hora que me vaya a casa. – Murmuró - ¿Crees que estarás bien con ellos?
Tu: Creo que si. –
Asentí desconfiada de mi respuesta.
Merce: Adiós chicos. –
Se despidió con la mano – Mañana ya nos veremos.
John: ¡Adiós Merce! –
Rió.
Bob: ¡Mañana te llamo!
– Chilló.
Merce hizo un gesto
con la mano de despedida otra vez, arqueé las cejas y vi sus caras sonrientes,
excepto la de Ringo que echó a correr detrás de ella.
John: Oye Charlie…
Tu: No quiero saber
nada. – Dije con enfado – Y hoy duermes con Paul.
Paul: ¿Duermes
conmigo? – Preguntó sonriente, pero desconcertado.
Entré en la habitación
y cerré de un portazo, no quería saber nada de lo que había pasado en esa
habitación, y la verdad es que ya lo intuía.
Narra Merce
Bajé por el ascensor
del hotel después de haber visto aquella situación en la que sabía
perfectamente quién había sido el culpable, aunque todos tenían parte de la
culpa por aceptar.
Con las manos en los
bolsillos salí por la puerta del hotel cuando escuché como alguien gritaba mi
nombre detrás de mi. Me giré y vi como Ringo corría hacía mi para alcanzarme.
Bajó el pequeño
techado del Hotel, me quedé parada y extrañada esperando que me dijera que era
lo que quería.
Yo: ¿Qué ocurre? –
Pregunté desconcertada.
Ringo: No lo sé. –
Dijo encogiéndose de hombros.
Yo: Me refiero que por
qué me has seguido. – Le expliqué.
Ringo: No tengo ni
idea. – Negó con la cabeza.
Miré hacía el cielo y
vi que me iba mojando cada vez un poco más, al igual que él, las gotas caían
sobre mi cara.
Yo: Bueno, yo será
mejor que me vaya. – Dije caminando hacía un taxi.
Ringo: No, espera. –
Cogió mi brazo.
Yo: ¿Por qué? – Pregunté
– Si no sabes ni porque estás aquí. Y mira en que condiciones estás, mañana no
recordarás nada.
Ringo pasó sus manos
por la cara, llena de gotas de lluvia.
Ringo: Si he corrido
detrás de ti es por algo. – Dijo serio.
Hubo un silencio entre
los dos, donde solo se escuchaban los coches pasar y las gotas de lluvia chocar
contra el suelo y el asfalto.
Ringo: ¿Tienes una
relación con Bob? – Preguntó seriamente.
Yo: ¿A que viene ahora
eso Richard? – Pregunté suspirando – Entra dentro y ves a descansar, será lo
mejor.
Ringo: Responde a mi
pregunta. – Zanjó.
Yo: No es una
relación, digamos que tenemos algo, pero no es una relación seria. – Le
expliqué tontamente, porque se le olvidaría mañana - ¿Algo más?
Ringo: Sí. – Asintió -
¿Le quieres?
Yo: Richard…
Ringo: Responde a mi
pregunta. – Dijo molesto, pero con lágrimas en los ojos - ¿Le quieres?
Me quedé pensativa, y
cerré los ojos con fuerza.
Yo: Creo que si. –
Asentí.
Ringo: Eso es todo. –
Murmuró cabizbajo.
Vi como se giraba y
caminaba al hotel, yo me di la vuelta y busqué un taxi libre bajo la lluvia.
Ringo: ¡Bueno, no! –
Gritó haciendo que me diese la vuelta – Eso no es todo. ¿Sabes que estuve
ingresado en el hospital? Un mes después o semanas de que tú te marcharas.
Estuve esperando una sola llamada, o a alguien diciendo que tú te habías
preocupado por mi. Pero eso nunca me llegó.
Yo: Richard no tenía
ni idea. – Murmuré con los ojos como platos – Te prometo que no tenía ni idea.
Ringo: ¡Porque no te
interesaste por mi! – Chilló alzando los brazos – Si lo hubieras hecho no te
hubieras ido de Londres, y aún estarías
allí.
Sabía que todo esto no
me lo diría si estuviera sobrio, pero ya me estaba haciendo enfadar.
Yo: ¿Cómo? – Pregunté
– Fuiste tú el que no quería saber nada más de mi, el que dijo que rehiciera mi
vida, que él ya lo había hecho, que él ya había pasado página. ¿O no lo
recuerdas?
Ringo: Y bien que a
has rehecho con Bob Dylan. – Musitó con enfado.
Yo: ¿Entonces que es
lo que te propones? – Pregunté de brazos cruzados, mientras resbalaban las
gotas por mi cara.
Ringo: No lo sé. –
Murmuró – Pero ahora mismo solo me propongo una cosa.
Me quedé parada
observándole, pero antes que me diera cuenta estaba justo enfrente de mí
cogiendo mi cara con sus manos y juntando sus labios con los míos por primera
vez.
Un dulce y pequeño
roce detrás de otro, iban creando el beso perfecto que tantas veces había
soñado.
Cuando reaccioné llevé
mis manos a su cara para no permitir que se separara de mí, y bajo la lluviosa
noche de Agosto en Nueva York, nos dimos el primer beso.